A finales de noviembre apareció en los medios de comunicación una noticia referente a la denuncia presentada por un padre contra un profesor de su hija, alumna de sexto de primara en un colegio público de Alicante, el cual la “castigó” obligándole a escribir 100 veces que debería de hacer los deberes. En esta denuncia el padre acusaba al profesor calificando el castigo de vejatorio y de forma de maltrato, solicitando una indemnización de 1.000 euros por los daños psíquicos causados a la niña. Sin entrar en lo acertado o no del castigo, puesto que ni los pedagogos se ponen de acuerdo en si esos castigos son útiles para conseguir que los alumnos pongan más interés en sus estudios, es evidente que la exagerada y disparatada reacción del padre es muy negativa para la educación de su hija.
Si bien los medios de comunicación informan de los hechos inhabituales también es cierto que esta denuncia demuestra que la falta de autoridad del profesorado se debe en gran parte a la actitud blanda y negligente de muchos padres, que quieren ser los mejores amigos de sus hijos y no asumen su verdadera obligación, la de ser los mejores padres posibles, o incluso de padres que no tienen la conciencia tranquila y en un momento determinado necesitan demostrar a sus hijos “lo buenos padres que son”. Estas actitudes, que están demasiado extendidas entre los padres, tienen graves consecuencias en los chavales, los cuales ven reforzadas sus conductas y reciben la enseñanza de que pueden hacer lo que les de la gana porque aquí no pasa nada, porque sus padres son incapaces de ponerles límites y se lo consienten todo.
Tampoco deja de ser sorprendente las diferentes reacciones que provocó la publicación de la noticia, aunque fueron mayoritarias las que calificaron de inaceptable la denuncia lo más negativo es que hubo algunas reacciones de apoyo para el denunciante. En realidad tenemos lo que nos merecemos
Si bien los medios de comunicación informan de los hechos inhabituales también es cierto que esta denuncia demuestra que la falta de autoridad del profesorado se debe en gran parte a la actitud blanda y negligente de muchos padres, que quieren ser los mejores amigos de sus hijos y no asumen su verdadera obligación, la de ser los mejores padres posibles, o incluso de padres que no tienen la conciencia tranquila y en un momento determinado necesitan demostrar a sus hijos “lo buenos padres que son”. Estas actitudes, que están demasiado extendidas entre los padres, tienen graves consecuencias en los chavales, los cuales ven reforzadas sus conductas y reciben la enseñanza de que pueden hacer lo que les de la gana porque aquí no pasa nada, porque sus padres son incapaces de ponerles límites y se lo consienten todo.
Tampoco deja de ser sorprendente las diferentes reacciones que provocó la publicación de la noticia, aunque fueron mayoritarias las que calificaron de inaceptable la denuncia lo más negativo es que hubo algunas reacciones de apoyo para el denunciante. En realidad tenemos lo que nos merecemos
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