Pues iba yo el otro día repartiendo por el paseo de la estación, que está de obras. Una vecina, harta del ruido y del polvo, me decía mu graciosa ella: - “¿qué me dices Braulio, lo que están haciendo aquí?: Mira, una máquina levanta el bordillo y luego, no sé cuántos albañiles, los van poniendo”. Pero María, le dije, no es así, quitan los viejos y ponen los nuevos. - “Sí, Braulio, pero si los viejos que tú dices están nuevos, si no hay ni uno roto. Que mira Braulio, que es una tontá como un piano, que hay muchas cosas mejor y más urgentes que hacer que la tontería esta”. Bueno, bueno, le dije, esa es tu opinión. Y cuando me iba, me volvió a chistar dicién-dome: “Y di en El Manifiesto que ahora, cuando pinten otra vez esta calle, el paseo de la estación, al principio, que miren bien cómo pintan los pasos de cebra, ¿te has fijado Braulio?, ¿ves los pasos que hay en un rodalillo. Es-to parece más que un paso de cebras una maná de cebras, hay seis o siete pasos en unos pocos metros”. No pude evitar el irme riéndome....
Pues luego, por la tarde, me fui con mi Santa a dar un pa-seico, que la tarde lo pedía. Fuimos, ¿cómo no?, a ver el río, que es el espectáculo primordial de muchos vecinos de Manzanares desde hace meses. La verdad es que da gusto verlo correr y ver que ese agua se va acumulando en nuestras tierras, como reservas. Pues todo esto íbamos hablando mi santa y yo cuando, andando, andando, doblamos por el banco de la paciencia (que también este celebérrimo banco de Manzanares merecería un reto-que), y cuando enfilamos el paseo de los Pinos el alma se me cayó a los pies. ¡Cuánto pino cortado!, caído por el viento, si apenas queda unas decenas de todos los que había. La naturaleza se ha llevado un montón de árboles por delante. Se están poniendo nuevos, pero, cómo es lógico, pequeños, no con la majestuosidad que tenían los viejos. Nada, como esto siga así, le vamos a tener que lla-mar a esto El Paseo de los Pinillos
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