EL PADRE SONSECA

Decidió en su momento “un deportista” el formar parte en las carreras de “relevos”.
Esto es, y como así estaba determinado, formaría parte de un equipo de corredores que, en determinados momentos, cederían a otro corredor ese rollo o cilindro llamado testigo, y éste que lo recibiera, después de un trayecto, lo cedería a otro. De esta forma, y en una cadena de cesiones o entregas, este equipo, y siempre hacia delante, continuaría avanzando en la “carrera”, con la finalidad de conseguir el triunfo, y, carrera tras carrera, perpetuarse como buen corredor.
Pero, resulta que el primero en coger el testigo, ¡se negaba a soltarlo!
Corría y corría, sin tener en cuenta al que debería pasárselo.
Todos corrían detrás de él, esperando que, en algún momento, todo volvería a la normalidad y que la cosa hubiera sido algo pasajero.
PUES NO. No lo soltó. Y siguió corriendo sin parar...
Pero llegó un momento en que su velocidad fue decreciendo, daba tropezones, se tambaleaba, le fallaban las piernas, su respiración era entrecortada, se fue agotando poco a poco, y… CAYÓ DE BRUCES SOBRE LA PISTA.
SE ACABÓ.
Los corredores de los otros equipos le pasaron sobradamente. Al final ganaron hasta los peores deportistas. TRIUNFARON.
Y qué pasó al final. Pues que a los del equipo de este “deportista”, viciados por el ritmo impuesto de su antecesor, siempre dando vueltas detrás de él, y muy desilusionados, no les quedaron ganas de continuar ¡ni tampoco sabían cómo hacerlo! Estaban desacreditados en el deporte.
La gente decía: VAYA EQUIPO, siempre corriendo delante el mismo y al final para terminar de esa manera.
MORALEJA: Si vas a correr, suelta el testigo a tiempo. EL PADRE SONSECA