El último barómetro del CIS coloca a los políticos en tercer lugar entre las preocupaciones de los españoles, tras el paro y la crisis económica. Razones no faltan: la corrupción, la falta de ideas y valores, o el miedo a expresarlos con claridad, y la proliferación de pepiños, aídos y pajines en cargos públicos, y en la dirección de los partidos y otras organizaciones, no sólo en el PSOE. Esta-mos en manos de una casta de profesionales de la cosa pública, generación sin currículo, sin apenas estudios, sin un antes ni un después de la política. Son los que se aferran al sillón con uñas y dientes, con lealtad indubitada al líder, porque fuera del partido, o del cargo, no tienen dónde ir. Esta selección natural, a peor, va expulsando de la política a quienes tienen una empresa, una cátedra u otra actividad en que ocuparse y con la que ganarse la vida dignamente, cuando se hartan de tragar sapos y cu-lebras.
Sin embargo, no creo que esta valoración sea trasladable, sin más, a la política local en los pequeños municipios. La opinión pública, dejándose llevar por la opinión publicada, suele aplicar la misma dureza a aquellos vecinos que, en un momento dado, deciden participar en la modesta política municipal, donde hay poco que ganar y mucho que arriesgar.
Solemos escuchar y leer que la política local está llena de insultos y descalificaciones, que los políticos son todos unos impresentables… Tal vez, pero ¿no será que resulta mucho más cómodo y elegante para el “opinador autóctono” hacer una crítica colectiva que señalar a quien insulta o descalifica, sobre todo, cuando el dardo debería apuntar a quien manda, no vaya y se enfade? Lanzamos la piedra, escondemos la mano y descalabramos al que pasaba por allí. Metemos en el mismo saco al que insulta y al insultado. Como en el chiste de Gila, dejamos caer que “alguien ha matado a alguien…”, sin tener el valor de mentar al acusado.
En la cruz de la misma moneda encontramos el fenómeno contrario: al amparo del vil anonimato se realiza una crítica despiadada, justificada o no, a quienes gobiernan o aspiran a hacerlo, en este caso citando nombres, apellidos y hasta detalles y circunstancias de la vida privada. Aquellos foros y blogs de internet, huérfanos de administrador responsable, son terreno abonado para esta otra manifestación de cobardía.
En los últimos meses se están produciendo dos cambios relevantes en la vida política manzanareña. Por un lado, el agotamiento de la generación que ha venido dirigiendo el Ayuntamiento desde hace casi tres décadas, unida a la crisis interna del PSOE local, y el surgimiento de nuevas siglas. Todo ello hace vislumbrar unas próximas elecciones municipales más abiertas que nunca. Por otro, la incipiente ruptura del monopolio informativo que representan MTM y la mayoría de medios provinciales, especializados en la versión oficial de lo que sucede en Manzanares, ante la aparición de nuevas publicaciones -como el Manifiesto- y la irrupción de los citados blogs y foros de internet, que vienen a sumarse a la meritoria y veterana resistencia de TeleAzuer.
Parece que vamos perdiendo el miedo y eso es bueno. Ahora falta encauzar estas inquietudes en acciones positivas y productivas. Pasar del criticar al actuar, más allá de caceroladas o tertulias de bar. El toreo de salón es asequible, elegante y, sobre todo, seguro. Pero el valor se demuestra sobre el albero, arrimándose al morlaco, incluso cuando es difícil sacarle faena, cuando son mucho más probables el silencio y los pitos que la ovación, la oreja o la vuelta al ruedo.
Para los incondicionales del “más vale lo malo conoci-do…”, una mala noticia: lo malo conocido no estará in-cluido en el próximo menú electoral, al menos no con los ingredientes habituales. Será el momento de probar otros platos. Anímense cocineros y comensales.
Sin embargo, no creo que esta valoración sea trasladable, sin más, a la política local en los pequeños municipios. La opinión pública, dejándose llevar por la opinión publicada, suele aplicar la misma dureza a aquellos vecinos que, en un momento dado, deciden participar en la modesta política municipal, donde hay poco que ganar y mucho que arriesgar.
Solemos escuchar y leer que la política local está llena de insultos y descalificaciones, que los políticos son todos unos impresentables… Tal vez, pero ¿no será que resulta mucho más cómodo y elegante para el “opinador autóctono” hacer una crítica colectiva que señalar a quien insulta o descalifica, sobre todo, cuando el dardo debería apuntar a quien manda, no vaya y se enfade? Lanzamos la piedra, escondemos la mano y descalabramos al que pasaba por allí. Metemos en el mismo saco al que insulta y al insultado. Como en el chiste de Gila, dejamos caer que “alguien ha matado a alguien…”, sin tener el valor de mentar al acusado.
En la cruz de la misma moneda encontramos el fenómeno contrario: al amparo del vil anonimato se realiza una crítica despiadada, justificada o no, a quienes gobiernan o aspiran a hacerlo, en este caso citando nombres, apellidos y hasta detalles y circunstancias de la vida privada. Aquellos foros y blogs de internet, huérfanos de administrador responsable, son terreno abonado para esta otra manifestación de cobardía.
En los últimos meses se están produciendo dos cambios relevantes en la vida política manzanareña. Por un lado, el agotamiento de la generación que ha venido dirigiendo el Ayuntamiento desde hace casi tres décadas, unida a la crisis interna del PSOE local, y el surgimiento de nuevas siglas. Todo ello hace vislumbrar unas próximas elecciones municipales más abiertas que nunca. Por otro, la incipiente ruptura del monopolio informativo que representan MTM y la mayoría de medios provinciales, especializados en la versión oficial de lo que sucede en Manzanares, ante la aparición de nuevas publicaciones -como el Manifiesto- y la irrupción de los citados blogs y foros de internet, que vienen a sumarse a la meritoria y veterana resistencia de TeleAzuer.
Parece que vamos perdiendo el miedo y eso es bueno. Ahora falta encauzar estas inquietudes en acciones positivas y productivas. Pasar del criticar al actuar, más allá de caceroladas o tertulias de bar. El toreo de salón es asequible, elegante y, sobre todo, seguro. Pero el valor se demuestra sobre el albero, arrimándose al morlaco, incluso cuando es difícil sacarle faena, cuando son mucho más probables el silencio y los pitos que la ovación, la oreja o la vuelta al ruedo.
Para los incondicionales del “más vale lo malo conoci-do…”, una mala noticia: lo malo conocido no estará in-cluido en el próximo menú electoral, al menos no con los ingredientes habituales. Será el momento de probar otros platos. Anímense cocineros y comensales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario