Comienzo a escribir estas líneas el día en que el gobierno de la nación ha perpetrado dos tremendas fechorías contra la sociedad española. La primera y más comentada, la subida de impuestos que hará que la crisis económica en nuestro país sea más profunda y más prolongada en el tiempo. La segunda y mucho más grave, el proyecto de ley de aborto libre. La crisis económica pasará más tarde o más temprano, pero la pérdida de los valores que sustentan nuestro modelo de convivencia puede ser irreversible. Y mientras tanto, los medios de comunicación dedicando minutos y páginas a la esperpéntica foto de la familia Zapatero con los señores Obama, que no es más que una representación gráfica de lo que hoy es nuestra España y de lo que pinta en el mundo.
La mal llamada “ley de salud reproductiva”, si se aprueba en términos parecidos a los del proyecto de ley, será el más seve-ro ejercicio de violencia machista que habremos conocido. Después de banalizar la sexualidad y ofrecérsela a nuestros hijos como si se tratase de un producto de consumo más, un puñado de desaprensivos encabezados por unas ministras que no han sido madres y financiados por la industria de los abortorios intentan convertir en una desgracia la experiencia más maravillosa que puede vivir una mujer: la maternidad ¿Puede haber algo más machista que aquello de “- estoy embaraza-da”, “- pues deshazte del problema”? En un aborto siempre hay dos víctimas: el hijo y la madre.
Pero atención, que no nos distraigan con la cuestión menor de que las niñas de 16 años podrán abortar sin el conocimiento y consentimiento de sus padres. Lo verdaderamente grave de este asunto es que, de un plumazo, se va a convertir en un supuesto derecho de la mujer lo que la legislación actual califica como un delito, despenalizado sólo en unos supuestos excepcionales.
Con aborto legalizado o sin él, quienes creemos en la vida podemos y debemos hacer lo que esté en nuestras manos para defenderla. Y no hablo sólo de desenmascarar las intenciones del gobierno o de la industria del aborto. Hablo de apoyar a la mujer embarazada, especialmente cuando atraviesa dificultades que la pueden hacer pensar en “la solución final”, sobre todo si se deja encaminar por determinados servicios sociales.
Numerosas organizaciones ofrecen esperanza a las mujeres en riesgo de aborto: Red Madre, Fundación Madrina… En Ciudad Real contamos con el apoyo de la Sociedad San Vicente de Paul que cuenta con un centro para la atención a estas futuras madres. A lo largo del año son decenas de vidas las que se salvan, gracias al trabajo de un pequeño equipo de voluntarios y unos escasísimos recursos económicos. ¡Qué distinto sería si una mínima parte de los fondos que se destinan realizar abortos se dedicase a apoyar a las madres en dificultades!
El pasado 17 de Octubre, en el corazón de Madrid, varios cientos de miles de españoles alzamos la voz en defensa de la vida y de la mujer. Algunos pensarán que no sirvió para nada, porque este gobierno nefasto se saldrá con la suya una vez más. Se equivocan de cabo a rabo: ha servido para constatar que hay esperanza, que somos millones de personas con conciencia y no animales, que estamos vivos, que somos seres humanos con dignidad; con la esperanza, la vida y la dignidad que unos pocos quieren quitar a ese otro ser humano que se desarrolla en el vientre de su madre.
La mal llamada “ley de salud reproductiva”, si se aprueba en términos parecidos a los del proyecto de ley, será el más seve-ro ejercicio de violencia machista que habremos conocido. Después de banalizar la sexualidad y ofrecérsela a nuestros hijos como si se tratase de un producto de consumo más, un puñado de desaprensivos encabezados por unas ministras que no han sido madres y financiados por la industria de los abortorios intentan convertir en una desgracia la experiencia más maravillosa que puede vivir una mujer: la maternidad ¿Puede haber algo más machista que aquello de “- estoy embaraza-da”, “- pues deshazte del problema”? En un aborto siempre hay dos víctimas: el hijo y la madre.
Pero atención, que no nos distraigan con la cuestión menor de que las niñas de 16 años podrán abortar sin el conocimiento y consentimiento de sus padres. Lo verdaderamente grave de este asunto es que, de un plumazo, se va a convertir en un supuesto derecho de la mujer lo que la legislación actual califica como un delito, despenalizado sólo en unos supuestos excepcionales.
Con aborto legalizado o sin él, quienes creemos en la vida podemos y debemos hacer lo que esté en nuestras manos para defenderla. Y no hablo sólo de desenmascarar las intenciones del gobierno o de la industria del aborto. Hablo de apoyar a la mujer embarazada, especialmente cuando atraviesa dificultades que la pueden hacer pensar en “la solución final”, sobre todo si se deja encaminar por determinados servicios sociales.
Numerosas organizaciones ofrecen esperanza a las mujeres en riesgo de aborto: Red Madre, Fundación Madrina… En Ciudad Real contamos con el apoyo de la Sociedad San Vicente de Paul que cuenta con un centro para la atención a estas futuras madres. A lo largo del año son decenas de vidas las que se salvan, gracias al trabajo de un pequeño equipo de voluntarios y unos escasísimos recursos económicos. ¡Qué distinto sería si una mínima parte de los fondos que se destinan realizar abortos se dedicase a apoyar a las madres en dificultades!
El pasado 17 de Octubre, en el corazón de Madrid, varios cientos de miles de españoles alzamos la voz en defensa de la vida y de la mujer. Algunos pensarán que no sirvió para nada, porque este gobierno nefasto se saldrá con la suya una vez más. Se equivocan de cabo a rabo: ha servido para constatar que hay esperanza, que somos millones de personas con conciencia y no animales, que estamos vivos, que somos seres humanos con dignidad; con la esperanza, la vida y la dignidad que unos pocos quieren quitar a ese otro ser humano que se desarrolla en el vientre de su madre.
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