Eso sí, tardamos en este pueblo en poner nombre a las cosas. Aún no se han puesto las esculturas en las rotondas y ya el otro día, repartiendo por la carretera de la Solana, me dice un vecino: Braulio ¿te gusta cómo va a quedar “El Pirulí”? Yo le dije que de qué me hablaba y me dijo que es que éramos ya mu modernos y que igual que Madrid tiene su pirulí, aquí nos van a poner uno en la rotonda que va entre la calle Toledo y la Carretera de la Solana; la verdad es que luego miré la foto y, según lo mires, se le puede dar un aire ¡Ya tiene nombre!
Pues anda, que más de dieciséis millones de las anti-guas pesetas que nos so-plan por la farola esa, tié narices, me contestó otra vecina de al lado. Cómo va a ser tanto, le dije yo, es que eres una exagerada mujer.
-De eso nada Braulio, cien mil euracos nos vale la farola, el pirulí o lo que sea eso, que le dan a mi marido una cuarta parte y él que es tan apañaico, se la hace igual y además me lleva de viaje al Caribe.
-No te vas a quemar en la playa, le dije mientras me iba y todos nos quedábamos sonriendo...
Pues Braulio, pon- me dijo rauda-mente uno que pasaba- que está bien que adornen las cosas pero que moderen los gastos, que pueden poner, por ejemplo, la escultura de las palomas que han quitado en la plaza de las ídem; mira por donde eso lo pueden aprovechar para arreglar otra rotonda y nos sale gratis, que es que tiran con pólvora de Rey. Mía tu, no son sus cuartos...
Sigo con mi reparto y junto al Centro de Salud nuevo, el del río, veo que han puesto un parking, será que hay problemas de aparcamiento por esa zona, pero lo más gracioso es que luce una esplendorosa señal que reza: “GRATUITO”. Se lo dije a un vecino que, muy puesto, llegaba con su bici, sus pantalones recogiicos con una buena pinza y, bajándose al bote, a pesar de tener ya sus años, aparcó su bicicleta muy cuidadoso en el señalado recinto.
-¿Dónde vas tan puesto, Felipe?-le pregunté.
-¿A dónde voy a ir por aquí Braulio? Al médico a que me rece-ten que tengo vértigos.
-Pues leñi, ¿por qué no aparcas en la puerta y no aquí, tan apartado? Me señaló la señal de marras mientras elevaba las cejas y giraba la cabeza al tiempo que me decía:
-¿Es que no ves la señal? aquí es gratuito.
-Y allí, en la puerta también, no te digo.
-Quita, quita, que no me fío yo con eso de la zona azul, no sea que me cobren si aparco por allí, aquí es gratuito y aquí la dejo, por si acaso.
Así que lo dejé tan contento, mientras se quitaba la pinza del pantalón y se atusaba el pelo para entrar a la consulta. No deja de ser curioso que se ponga gratuito, cuando todos los aparcamientos de todas las calles colindantes son, cómo no, gratuitos...
No quiero terminar sin comentar que los setos que puse que estor-baban en la acera de la Avenida de Castilla La Mancha, han sido ya debidamente recortados y que en el primer número de este Manifiesto, Braulio puso que se deberían adornar las rotondas. Sé que es una ilusión, pero yo, en mis adentros, me creo que a uno le hacen un poquillo caso, y me quedo tan contento. Al fin y al cabo es bueno para el pueblo, y eso, siempre y solo, es lo que persigue Braulio. Y firmo, que hacía números que no ponía mi firma:
Y esto lo terminé de escribir, aún libre, en Manzanares a diez de febrero de dos mil diez
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