La deriva ética y cultural que arrastra a la sociedad española contemporánea tiene una de sus manifestaciones más evidentes en el lenguaje. Neologismos, eufemismos y otras figuras retóricas nos evitan tener que llamar a las cosas por su desagradable nombre, disimulando los contenidos en los continentes y llevando al huerto al interlocutor desprevenido. El primer paso en la transformación de la realidad es la perversión del lenguaje.
Una de las palabras mágicas de moda es “sostenibilidad”, que lo mismo vale para la economía que para el medio ambiente, para un roto que para un descosido. “Sostenible” ha venido a desplazar en el ranking de popularidad a “ecológico”. Si usted, querido lector, aspira a ser alguien en esta vida, incluya “sostenibilidad” o “sostenible” al menos cuatro o cinco veces por folio en sus escritos o discursos.
En Manzanares existen diversos colectivos que se ocupan del medio ambiente, del bienestar de los animales, del reciclaje, de la eficiencia energética … en definitiva de la sostenibilidad. Algunos participan en el Foro Ciudadano de la Agenda Local 21 junto a la Concejalía de Medio Ambiente del Excmo. Ayuntamiento. Por otra parte, la preocupación ambiental se refleja, de forma específica o transversal, en los programas educativos de todos los ciclos. Hasta aquí, todo encantadoramente sostenible.
Sin embargo, la realidad es tozuda. En Manzanares existen diversos problemas ambientales: la insuficiente depuradora y su emisario, las deficiencias del servicio de recogida de basuras, la mala calidad del agua potable, la plaga de palomas o las podas salvajes del arbolado urbano. Pero sin duda se lleva la palma el vertedero descontrolado, una vergonzosa tarjeta de presentación de nuestro pueblo en la mismísima intersección de la A-4 y la A-43.
En el vertedero se ha estado echando de todo. A pesar de las denuncias del SEPRONA y del PP, ahí sigue, sin que se retiren los residuos peligrosos, sin que se proceda a su limpieza y sellado reglamentarios. No se seleccionó su emplazamiento, sino que se aprovecharon los barrancos existentes. No se le dotó de una red de drenaje ni de una balsa de lixiviados y apenas se realizó una ligera impermeabilización parcial. Con lo que ha llovido este invierno, las partículas de metales, gomas, aceites, disolventes, pinturas y toda clase de guarrería deben ir ya camino de Las Tablas a través del acuífero 23 del que bebe Manzanares y todos los pueblos de La Mancha.
Eso no es sostenibilidad. Es una situación insostenible que va a heredar la corporación que salga de las elecciones de 2011, sea del color que sea. Para los responsables actuales la única prioridad es eludir el multazo correspondiente y con ello salvar su cara. Tal vez consigan lo primero, nunca lo segundo.
¿Y qué hacen al respecto los agentes sociales de la sostenibilidad? ¿Y las administraciones competentes en materia medioambiental? Lo que cantaba Bob Dylan: la respuesta, amigo, está soplando en el viento; o sea, silbar y mirar para otro lado (no confundir a Dylan con el indio ese que dijo que “la Tierra sólo pertenece al viento”).
Desde estas páginas, moderadamente verdes, seguiremos llamando a las cosas por su nombre, al pan pan y al vino vino, en la seguridad de que resultaremos políticamente incorrectos. Lo del vertedero, una vergüenza.
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