¿Qué hacer? Estamos viendo cómo se desmorona nuestro estado de bienestar, como estamos vilipendiando tanto nuestro dinero como nuestro prestigio, y esto me vale tanto a nivel nacional como local. Nos encontramos con gobernantes que están como gallina sin cabeza, que toman decisiones por impulsos y a fe de que les vaya bien a ellos; el bien común o cómo se puede resolver el problema a los ciudadanos les trae al fresco.
En el plano nacional y comparándolo con un cabeza de familia o empresario, le pasa lo siguiente: se ha estado - y se sigue haciendo - gastando más de lo que se ingresa y eso tiene un final en cualquier familia o empresa. Se puede hacer durante un tiempo, primero tirando de los ahorros o reservas y, acabadas éstas, acudiendo al crédito, y cuando nos gastamos el crédito y el “rédito” y no hemos conseguido salir a flote, estamos muy cerca de la banca rota o quiebra; y esto, aunque se quiera disfrazar de una manera u otra, es lo que hay.
Tenemos unos desequilibrios en nuestra economía que son importantes, encontrándonos además un sistema educativo totalmente mediocre, en el que ni se pide ni se exige, en el que a la mayoría de los licenciados no se les ayuda a integrarse en la empresa, don-de el escaso crecimiento de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación tecnológica (I+D+I) impide que tengamos investigadores y competidores de altura. Nuestros trabaja-dores confían, todavía más, en las relaciones sociales, los “enchufes” o el paso a la Administración, que en su formación y las empresas tampoco desarrollan iniciativas propias. Se mira más la rentabilidad inmediata que la progresión y el futuro.
Nos encontramos con un crecimiento de paro escandaloso y España no se puede permitir tal cifra de personas sin hacer nada, porque incluso psicológicamente menoscabas al individuo. Deben de realizarse y desarrollarse propuestas de integración para que los parados con subsidio, además de recibir formación aportando su esfuerzo y dedicación, correspondan a la sociedad y lo que de ella reciben con servicios o trabajos sociales, ya que de este modo no que-darán apartados del mundo del trabajo. ¿Cuánto serían capaces de producir cuatro millones de parados al día, al mes , al año? Pues lo suficiente como para darle la vuelta a la situación. Se trata de hacer “una huelga a la japonesa”. Estaremos parados pero no estaremos sin hacer nada; eso sería bueno para la persona y para la sociedad en general. Claro que durante años se nos ha ‘formado’ y ‘hemos formado’ a que todo me lo ha de dar papá, sea el biológico o el papá-Estado.
En nuestro ámbito más local, más de lo mismo. Tenemos que reforzar nuestros lazos, tenemos que hacer rentable el dinero invertido; quizás no sea lo más idóneo ver a trabajadores sin ilusión barriendo y barriendo. Deberíamos agudizar más la inteligencia y descubrir qué necesidades tiene nuestro pueblo, además de estar limpia, que tampoco lo está, al menos duran-te los fines de semana. Hay muchas personas en las calles, que podrían dejar la es-coba y dedicarse a asistir a personas mayores y enfermas, que además de ser más gratificante pueden ir formándose para en un futuro, no lo inmediato que desearíamos. la Ley de Dependencia necesitara personas prepara-das para esto, que supieran relacionarse con familias, pre-pararse en ‘la relación de ayuda’. Estarían más a gusto y cumplirán con una labor social mucho más importante que lo que están haciendo ahora.
Hay personas que podrían colaborar en la organización del tráfico en confluencias importantes y donde el tráfico está saturado en horas punta acudir a la hora de apertura y cierre de colegios, algún grupo de vigilancia nocturna con el fin de evitar el bandidaje y gamberrismo, con el simple hecho de avisar a policía o guardia civil, es decir trabajos sociales y de valor añadido a nuestro pueblo, más que barrer y barrer. Es cuestión de iniciativas y ganas de empujar todos al carro.
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